Ahora tengo más de 75 años. Hace unos cuarenta años viajé mucho por Asia. Mi actividad entonces era la fabricación e importación de esculturas en madera y miniaturas en porcelana. Como este pequeño negocio estaba prosperando, mi esposa tailandesa y yo, que vivíamos en Toulouse, soñábamos desde hacía mucho tiempo con comprar un pequeño terreno en las montañas para construir una casa de vacaciones. Después de unos meses de investigación, nos enamoramos de un pequeño terreno y de un antiguo granero abandonado sobre el pueblo de Ercé, no muy lejos de Toulouse y con una vista magnífica. Allí instalamos el granero y comenzamos a disfrutar del lugar. Posteriormente compramos otros graneros y terrenos más o menos abandonados.
Como soy un apasionado de la aviación y soy piloto, le pedí a un contratista forestal de la región que cavara una pista de aterrizaje en la montaña para aterrizar mi avión. Por tanto, el forestal llega con una excavadora mecánica y una enorme topadora. Unas semanas después del inicio del proyecto del desastre: una morrena de granito que el Bulldozer estaba empujando para despejar la pista se le escapa y comienza a rodar cuesta abajo hacia el valle con fuerza terrible. Terminó aterrizando 200 m más abajo, justo en un granero que acabábamos de comprar. El techo y 3 de las 4 paredes quedaron completamente destruidos.
Tuvimos suerte porque tenía un seguro el guardabosques que nos ofreció encargarnos de la reconstrucción del granero. En aquella época no teníamos animales. Al no tener ningún uso para un granero, agregamos un poco de dinero para convertirlo en una casa de vivienda. Una vez terminada la construcción, nos quedamos con una segunda casa que no necesitábamos. Luego lo convertimos en una casa rural y desde el principio tuvo mucho éxito. Esto nos motivó a empezar a construir un segundo en un granero que acabábamos de comprar.
Mientras tanto, las idas y venidas con Tailandia no han cesado. Allí compramos elefantes con los que organizamos caminatas por el bosque y las montañas. Allí también continuamos realizando miniaturas de porcelana y gracias a los contenedores parcialmente llenos con nuestras creaciones trajimos productos artesanales como esculturas o muebles para equipar nuestras cabañas.
Hoy nuestros hijos se han hecho cargo de la fabricación tailandesa. Fabrican joyas que comercializan bajo la marca Nach. En cuanto a nosotros, nos volvimos un poco verdes. Seguimos yendo y viniendo a Tailandia, pero dedicamos más tiempo a cuidar los albergues. Disfrutamos de la calma y la buena calidad de vida de este pequeño rincón del paraíso.
Cristian